viernes, 19 de agosto de 2016

Las 6 y 35 minutos

Caminamos por un pasillo muy largo está casi a oscuras, al final hay una representación de Santa Marta con la inscripción "Amar y servir", llegamos a una habitación llena de sillones con una televisión en la que dan películas antiguas wésterns. Los sillones están llenos de personas que un día también fueron jóvenes, no queda ninguno vacío, en uno hay un hombre que se agita y retuerce hasta posturas imposibles con la vista ida, aunque consciente de todo lo que pasa en la habitación. Cuando te recogemos empieza a chocar sus nudillos, quiere aplaudir, se le ha olvidado cómo se hace. Te ponemos en la silla de ruedas.

-¿Quieres que te pongamos un ratito a andar?- pregunta mamá

+Si, vale (con la voz llena de energía)

Unos minutos más tarde llegamos a la galería más luminosa de la residencia, quitamos el cinturón que te sujeta y te doy mi mano para ayudarte a dar el primer paso.

+No quiero, me duelen las piernas (dice como ido)

Y así va pasando el tiempo, cada vez pierdes más, unos días eres consciente de quien eres y quien soy, otros preguntas a mamá que quién es ese, unos días te acuerdas de cómo se anda, otros tienen que atarte al sillón para que no te caigas para un lado porque no eres capaz ni de mantener tu cuerpo. Nos han dicho que es normal, tienes una concentración de líquido en el cerebro que afecta a todo tu funcionamiento o algo así. Querían abrirte la cabeza (cuando nos lo explicó el doctor yo me imaginé al doctor Frankenstein abriendo tu cabeza en dos, me asusté un poco), pero ya eres demasiado mayor para superar la operación.

Llegamos a una gran sala blanca con un techo de cristal por el que entra un Sol de verano que pica y hace que te rasques la piel como queriendo quitártela imitando a un lagarto. Pero eso es en la calle, allí dentro hace frío. La sala está decorada con banderitas, globos y una pancarta grande en la que pone felicidades, algunos globos ya se han desinflado, la fiesta fue hace unos días.

+¿Para que son esos adornos?

-¿No te acuerdas? Son los adornos de la fiesta que le celebraron a la señora que cumplió 100 años.

+Yo no he estado en ninguna fiesta (enfadado)

-Si que estuvimos allí, además tomaste tarta y un zumo- le dice mamá con dulzura

Antes de que acaben la discusión se acerca un señor, que estaba hace un rato sentado en una silla leyendo un libro que no he alcanzado a ver. Tiene gafas, el pelo blanco, unos dientes que recuerdan bastante a los de un conejo y un bonito reloj que debe ser bastante caro porque brilla en toda la habitación.

Se acerca a nosotros y se pone justo debajo de un rayo de Sol.

-Las 6 y 35 minutos- se marcha sin más y antes de que vuelva a sentarse se vuelve a repetir todo.

+¿Para que son esos adornos?

-¿No te acuerdas? Son los adornos de la fiesta que le celebraron a la señora que cumplió 100 años.

+Yo no he estado en ninguna fiesta (enfadado)

-Si que estuvimos allí, además tomaste tarta y un zumo- le dice mamá con dulzura

Ahora es cuando vuelve de nuevo el señor del reloj, pero ahora con el libro en la mano, es un libro infantil del que alcanzo a leer poco más que el autor "Lewis Caroll" y la primera palabra del título "Alicia". Es "Alicia en el país de las maravillas".

Vuelve a ponerse bajo un rayo de Sol.

-Es para ver mejor. Son las 6 y 35 minutos.

Vuelve a irse y de nuevo se produce la misma conversación, la tarta, el cumpleaños, el zumo...y sorpresa ¿Sabéis quién viene ahora? El señor del reloj, esta vez no lo mira y nos pregunta la hora. Mamá le responde que son las 6 y 50 minutos, extrañado el señor mira su reloj.

-Me está engañando son las 6 y 35, el teléfono va a sonar en exactamente un minuto. Van a llamar para decirme cuando vendrán a verme mis nietos, les encanta escuchar el cuento de Alicia.

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