miércoles, 28 de marzo de 2012

El silencio del cantor

"Que no calle el cantor porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime"


Cuando estoy en el pueblo no necesito despertador, me levantan Garfio y Campanilla. No, no me levantan personajes de Peter Pan, son los nombres de mis dos canarios. Todos los días a las ocho de la mañana comienzan su canto. Hoy, veintinueve de Marzo, todo estaba callado. Campanilla, que había puesto huevos ayer, había muerto y callado para siempre. Garfio no cantaba, callaba.

Veintinueve de Marzo es la fecha que han elegido la cantora y su compañero para callar. No creo que sea una mera casualidad, hoy es día de huelga general. La primera huelga a la que se enfrenta nuestro presidente Mariano Rajoy. Hay motivos para hacer huelga, la nueva reforma laboral pretende legitimar la desigualdad. Nos quieren hacer creer que es una reforma justa, pactada con todos los agentes sociales. Vulgares mentiras las que nos está soltando el gobierno, con estas nuevas medidas se despide a nuestros padres y se nos contrata a nosotros en una situación precaria.

No me voy a dedicar a desgranar la nueva reforma. Con este artículo pretendo movilizar al menos a los jóvenes que me leen porque el pan de hoy será hambre para mañana. Si aceptamos las nuevas medidas estamos aceptando el término desigualdad como algo común. Los obreros a trabajar, el empresario a perder cualquier escrúpulo que le pudiese quedar.

Sé que muchos desconfiáis de los sindicatos. Estos han comido de la mano del gobierno, se han embolsado grandes cantidades de dinero por su silencio. Se han convertido en una panda de mafiosos que como las vacas lecheras solo pastan, te dan leche de vez en cuando  y no mucho más. Necesitamos unos sindicatos implicados como el cerdo, que te da desde el rabo hasta el morro. ¡Ya basta de chupar el polen!

Muchos me tacharéis de sectario, rojo, extremista… Es tan solo mi opinión y no importa a nadie. Soy tan solo un estudiante que no se resigna a ese futuro negro que pronostican. Decía la poesía y canción de Horacio Guarany:

“Si se calla el cantor se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios,
los obreros del puerto se persignan
quién habrá de luchar por su salario”

Estás palabras son las que me han inspirado para escribir este artículo, mi cantor ha muerto y ya no hay quien cante todas las mañanas. No hay quién me despierte todas las mañanas porque Garfio se ha resignado al silencio. Los obreros quedarán sin voz si hoy se resignan a las medidas que el gobierno les pretende imponer. Quedarán deslegitimados para quejarse.

Cuando en el futuro España se sustente en los principios de desigualdad y precariedad, el cantor no volverá a cantar.


Solo quise vivir. Luis González Campo


Gracias a los profesores que me han ayudado a pensar por mi mismo

miércoles, 14 de marzo de 2012

Pasa la vida

Los relojes blandos de Dalí. Incluso el tiempo acaba marchitándose 


“A veces las historias no hay que buscarlas, llegan por casualidad” decía Randall en El periodista universal. Así es como ha llegado a mí lo que quiero contaros ahora. Si no os gustan las historias sobre la muerte, ruego os vayáis. Volveréis cuando comprendáis que muchos cavan su propia tumba en vida. No sirve de nada dejar caer tus lágrimas sobre una lápida, ésto muchas veces puede evitarse escuchado a la gente. ¡Señores háganlo! ¡Escuchen a la gente, escuchen sus historias! ¡Interésense por sus sentimientos!

Hoy me he dado cuenta realmente de ello cuando mis compañeros de clase hablaban de una chica. Unos decían que quizá estuviera sufriendo acoso escolar, otros que tenía un novio mayor que ella o que estaba embarazada. Sandra Cubero, de catorce años, decidió el pasado viernes  saltar desde un puente poniendo fin a su vida, los motivos aún no se saben, porque vivimos en la sociedad de los oídos sordos. En el colegio no hay ninguna asignatura que nos enseñe a mostrar nuestros sentimientos. Ser sensible es sinónimo de debilidad, cuando lloraba en el colegio mis compañeros se reían porque el profesor decía “los chicos no lloran”, sin darse cuenta de que estaba reprimiendo lo que sentimos, nos enseñaba a guardarnos todo dentro como si de un ataúd se tratara.

Quizá los sentimientos de Sandra eran tantos que se habían convertido  en la tierra que cubre el ataúd. Estaba ahogada, necesitaba aire. Contar a los demás tus sentimientos no es nada fácil. Me da igual cuales fueran sus motivos para hacerlo. No soy el vecino morboso que busca saber más sobre la vida privada de la chica. Con esta entrada solo quiero que alguien me escuche y se dejen ya de educar ciudadanos mediante estúpidas asignaturas. Imbéciles, antes que a ciudadanos debemos formar a personas capaces de sentir. Sandra tuvo la oportunidad de cruzar el puente, volver a su casa y contar a sus padres lo que ocurría. No lo eligió porque pensaba que era signo de debilidad. Nos reímos del que llora y nos lamentamos del que se quita la vida. ¿Y si llorar fuese algo común? ¿Y si llorásemos a cara descubierta? Llorar sería de valientes.

Ese puente hoy está lleno de cartas a Sandra. En ellas sus amigos expresan su cariño. No esperemos a la muerte para mostrar cariño a los que nos rodean. No seremos débiles por mostrarles nuestras lágrimas a los demás. Todo lo contrario, desnudaremos nuestro alma.

“Porque señores…el tiempo pasa sin anunciar su prisa” y no siempre tendremos a las personas que queremos cerca. Los padres de Sandra ya no podrán darle un abrazo a su hija, pero desde aquí les digo que miren hacia adelante y aprovechen para abrazar el doble de veces a su hijo de dieciséis años.

Sandra se ha ido y se ha llevado con ella sus sentimientos. Mientras sigue pasando la vida.

Un ser sensible, Luis González Campo

sábado, 10 de marzo de 2012

Miguel tenía cáncer

Lucha por tus sueños


La misma rutina de todos los domingos: hacer la maleta, bajar las escaleras de casa con cuidado de no tropezar con el equipaje y coger el tren a Madrid. En el andén mis padres se despiden una semana más. El tren ya se ha convertido en mi lugar para pensar y más después de la conversación que escuché el viernes. En casa entran dos sueldos y gracias a ello puedo volver cada viernes y relajarme del agobio de vivir solo en la ciudad. Estudiar fuera es todo un lujo y debería valorarlo más, otros quieren y no pueden.

Dos años han pasado ya desde que  a Miguel -amigo de la familia- lo operaran de cáncer de pulmón. Hoy, está totalmente impedido para trabajar. Casado con Isabel y padre de dos hijos, Guillermo y Marta. Yo los llamo cariñosamente Guille y Martita, de diecisiete y doce años respectivamente. Se mantienen con una paga de cuatrocientos euros al mes. Guille es deportista, buen estudiante y sueña con ser profesor de educación física. Martita es peor estudiante pero se esfuerza mucho por sacar adelante sus estudios, quiere ser profesora de educación infantil y cuidar a los peques.

“Ninguno de los dos podrá ir a la universidad” decía su madre llorando mientras tomaba una taza de café. Desde que Miguel había sido operado tan solo había entrado en casa el poco dinero que  ella había logrado conseguir trabajando unos meses para el ayuntamiento o limpiando en casas. Se las arreglaban como podían, la abuela les daba algún dinerillo, la cuñada les traía comida para los niños, sus hermanos y hermanas les daban compañía y así quedaba todo en familia.

Mala suerte tuve de estar presente cuando entre sorbo y sorbo Isabel nos contaba la situación de su familia. Aunque sus hijos no lo sabían su futuro estaba marcado desde que esa enfermedad llegara a su padre. Ya en Navidades no tuvieron regalos y cuando alguien les preguntaba qué habían recibido por reyes, Martita aún inocente, contestaba “a mi papá curado”, pero Guille agachaba la cabeza. Con diecisiete años ya comprendía que ni esas Navidades, ni las próximas recibiría ningún regalo porque desde ese día serían la generación perdida.

Martita no tiene cuadernillo de ejercicios de inglés, Guille utiliza el libro de matemáticas de su compañero. Hace treintaisiete años mi madre compartía con su vecina los libros. Hace treintaisiete años no todos tenía las mismas oportunidades, hoy tampoco.


Con la crisis parece que nos hemos olvidado de esas historias que viven millones de familias en este mismo momento. Historias que debemos hacer visibles. Miguel ha luchado mucho para superar su enfermedad. Ahora solo puede estar tumbado en el sofá viendo la tele. Las generaciones pasadas lucharon mucho por conseguir la democracia, el estado de bienestar y todos los derechos que hoy poseemos. Nuestra generación no luchará, somos la generación del pasotismo. A nadie importa que estos dos niños no tengan futuro.

Guille y Martita no cumplirán sus sueños.

Su confidente. Luis González Campo