domingo, 6 de mayo de 2012

No los vemos


No queremos mirar a nuestro alrededor

Final del curso, pero la realidad continúa. El sábado deje la capital, Madrid me ha enseñado lo mejor y lo peor de las personas. Mi forma de pensar es la de un chico que vino de un pequeño pueblo y quizá, por ello no esté acostumbrado a ver de forma tan clara la vileza de las personas. Hablamos de solidaridad y la pura verdad es que casi nadie es solidario si no tiene un interés de por medio. ¡Señores, la solidaridad murió!

Siempre que vuelvo al pueblo cojo el cercanías donde suele haber algún indigente en él pidiendo, me conozco casi todas las caras, incluso podría decir que he dado una moneda a todos ellos. Un capricho quiso que la línea de cercanías que cojo habitualmente no funcionase, tuve que coger otra. Allí como si ya fuera un elemento obligatorio había personas pidiendo para poder sobrellevar esta difícil situación que nos ha tocado vivir. No escribiría sobre ello si no me hubiera llamado la atención una de esas personas, un hombre sin brazos.

La primera vez que lo vi un escalofrío recorrió mi cuerpo, donde debían estar sus brazos, él mostraba dos muñones y sonreía  a pesar de sostener la hucha con su propia boca, que movía de arriba abajo haciendo el mayor ruido posible para que la gente lo mirase al pasar mientras iba de un lado para otro del vagón, esperando alguien le echase dinero. Sorprendido me quede al ver como la gente hacía como si no lo viese, una señora hablaba por el móvil y comentaba “hablamos más tarde, hay un señor haciendo demasiado ruido”, otras dos incluso se reían porque según ellas parecía un perrito. Hay que tener o muy poca vergüenza o estar ciego para no ver que esas personas necesitan nuestra ayuda, seguro que esas señoras y el vagón entero pensaban que ese hombre sin nombre es un ladrón o un delincuente que se tiene bien merecido no tener brazos. Pues no Madrid, no todo el mundo ha nacido entre algodones, como decía Ortega y Gasset “Soy yo y mis circunstancias”.

Sin duda circunstancias muy duras, es ya de por sí triste ver como la gente se sentaba en otro sitio cuando ese hombre se les ponía al lado, pero más triste es ver cómo estamos creando gente que no siente, gente ciega a pesar de no tener ningún problema ocular. Si lo veis no dudéis en darle cualquier cosa que pueda servirle y si se sienta al lado de vosotros no os apartéis solo es uno más de los que esta maldita sociedad ha querido desplazar hasta límites casi marginales.

Mientras el hombre sin brazos siga vagando por el vagón para conseguir algo de comida yo seguiré escribiendo.


Veo y siento. Luis González Campo