miércoles, 14 de marzo de 2012

Pasa la vida

Los relojes blandos de Dalí. Incluso el tiempo acaba marchitándose 


“A veces las historias no hay que buscarlas, llegan por casualidad” decía Randall en El periodista universal. Así es como ha llegado a mí lo que quiero contaros ahora. Si no os gustan las historias sobre la muerte, ruego os vayáis. Volveréis cuando comprendáis que muchos cavan su propia tumba en vida. No sirve de nada dejar caer tus lágrimas sobre una lápida, ésto muchas veces puede evitarse escuchado a la gente. ¡Señores háganlo! ¡Escuchen a la gente, escuchen sus historias! ¡Interésense por sus sentimientos!

Hoy me he dado cuenta realmente de ello cuando mis compañeros de clase hablaban de una chica. Unos decían que quizá estuviera sufriendo acoso escolar, otros que tenía un novio mayor que ella o que estaba embarazada. Sandra Cubero, de catorce años, decidió el pasado viernes  saltar desde un puente poniendo fin a su vida, los motivos aún no se saben, porque vivimos en la sociedad de los oídos sordos. En el colegio no hay ninguna asignatura que nos enseñe a mostrar nuestros sentimientos. Ser sensible es sinónimo de debilidad, cuando lloraba en el colegio mis compañeros se reían porque el profesor decía “los chicos no lloran”, sin darse cuenta de que estaba reprimiendo lo que sentimos, nos enseñaba a guardarnos todo dentro como si de un ataúd se tratara.

Quizá los sentimientos de Sandra eran tantos que se habían convertido  en la tierra que cubre el ataúd. Estaba ahogada, necesitaba aire. Contar a los demás tus sentimientos no es nada fácil. Me da igual cuales fueran sus motivos para hacerlo. No soy el vecino morboso que busca saber más sobre la vida privada de la chica. Con esta entrada solo quiero que alguien me escuche y se dejen ya de educar ciudadanos mediante estúpidas asignaturas. Imbéciles, antes que a ciudadanos debemos formar a personas capaces de sentir. Sandra tuvo la oportunidad de cruzar el puente, volver a su casa y contar a sus padres lo que ocurría. No lo eligió porque pensaba que era signo de debilidad. Nos reímos del que llora y nos lamentamos del que se quita la vida. ¿Y si llorar fuese algo común? ¿Y si llorásemos a cara descubierta? Llorar sería de valientes.

Ese puente hoy está lleno de cartas a Sandra. En ellas sus amigos expresan su cariño. No esperemos a la muerte para mostrar cariño a los que nos rodean. No seremos débiles por mostrarles nuestras lágrimas a los demás. Todo lo contrario, desnudaremos nuestro alma.

“Porque señores…el tiempo pasa sin anunciar su prisa” y no siempre tendremos a las personas que queremos cerca. Los padres de Sandra ya no podrán darle un abrazo a su hija, pero desde aquí les digo que miren hacia adelante y aprovechen para abrazar el doble de veces a su hijo de dieciséis años.

Sandra se ha ido y se ha llevado con ella sus sentimientos. Mientras sigue pasando la vida.

Un ser sensible, Luis González Campo

6 comentarios:

  1. Nos enseñan nuestra historia, pero no nos enseñan cómo afrontar la muerte. Nos enseñan matemáticas, pero no nos enseñan nada sobre los sentimientos. Nadie nos ha enseñado a afrontar el fin ni el comienzo de una relación, ni cómo tratar a las personas que consideramos importantes. Y como siempre, nos damos cuenta cuando ya es tarde.
    Gracias por la reflexión.

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  2. Educación emocional, esa es la solución. Castilla-La Mancha ya lo recogió en uno de sus borradores de las competencias en educación de la comunidad.
    Si nos enseñaran a desnudar nuestros sentimientos no ocurrirían cosas así. Gracias por leerlo =)

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  3. No se puede enseñar a sentir. 2+2 son 4. Casa es sustantivo. Pero, ¿qué es la amistad? ¿Cuánto vale la vida? ¿Quién está capacitado para enseñar sentimientos o emociones? ¿Cómo se puede juzgar eso? No se trata de meter en la educación una asignatura para desnudar a cada alumno. Se trata de que cada persona entienda que los seres humanos somos emociones y que camuflarlas o impedir que se expandan no es más que un asesinato en vida. El ámbito emocional es una búsqueda y camino individual, propio, impenetrable por nadie más. Sólo uno tiene la potesatd de hacer con él lo que le plazca. Lo que falta es libertad para hacer con él lo que uno no quiera... pero ¿enseñar? ¿enseñar qué? ¿enseñar quién?

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  4. Una asignatura no, pero sí un taller para ayudar a los alumnos. Mucha gente no es capaz de llegar a esa contemplación de los sentimientos y muchas veces se les lleva a psicólogos, algo que se podría ahorrar empezando desde el colegio a enseñarles cómo manejar las situaciones.

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  5. Ahora estamos en el punto en el que llorar, según qué ámbitos, es de valientes. llorar no tendría que ser ni de valientes ni de cobardes. Simplemente una expresión más de la emoción, igual que la risa.
    Pero a nadie le gusta estar triste.

    Esto tiene otro trasfondo que no es únicamente el de la educación emocional, sino el de la educación desigual que recibimos chicas y chicos. Hay que educar en muchos aspectos.

    De todas formas, hay que reir más y llorar menos

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  6. Hola Luis, me ha gustado mucho encontrarte y leerte.
    Creo que tenemos las mismas inquietudes o al menos parecidas.
    Qué lástima que Sandra no encontrara alivio a lo que la ahogaba.
    Yo lloro mucho y siempre que me apetece, porque ayuda a limpiar mi alma, a evadir la rabia y a serenarme cuando tanto me inquieta la ausencia de mi querido hernmano. Mis hijas de 8 años, me ven llorar y si me preguntan el motivo, les digo que le hecho de menos y lo entienden. Si hay que llorar se llora y punto. Por ésto, por lo otro o sin motivo, faltaría más... Que cada cual haga lo que le venga en gana.

    Un saludo Luis

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